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El desierto de Mahoya

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 La zona llamada el Desierto de Mahoya o de Abanilla, en Murcia, contiene unos paisajes y un entorno muy especial. Sin embargo hay que precisar alguna cosa. La más importante es que se suele asociar el término 'desierto' a grandes espacios cubiertos dunas, horizontes infinitos y perfiles ondulantes... Pues de eso aquí, nada.  Este es un desierto al estilo de los de Almería, más pedregoso que arenoso, y además los horizontes son más bien finitos: se trata de un desierto de bolsillo (podríamos decir), una cuenca de varias barrancadas y una rambla en la que la erosión ha organizado un festival de formas y contornos en un ambiente de extrema aridez. Las gentes del lugar, siempre pragmáticos, lo llaman simplemente Los Barrancos.   Para conocerlo y hacernos un idea de lo que es puede bastar un pateo de una o dos horas (aunque seguro que para profundizar en él hace falta mucho más). Podemos dejar el vehículo en el mirado de los Barrancos, al que se accede desde Mahoya. Desde allí hay

Alrededores de Jérica

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Hay sitios a los que uno puede haber ido cien veces y que siempre tienen alguna sorpresa, algún rincón que descubrir y disfrutar. Jérica es uno de esos. En esta ocasión hicimos una ruta que, partiendo de la fuente de Randurías, nos lleva a cruzar el río Palancia, remontar la ladera encontrando una serie de trincheras de la guerra civil, hasta alcanzar la cima del acantilado que forma la hoz del Palancia. Recorreremos esa cresta y bajaremos después para volver al punto de partida por la senda conocida como vuelta de la Hoz. Así pues, tras dejar el coche cerca de la fuente de Randurías, cruzaremos el río por el puente Novales y girando a la derecha por la carretera seguiremos unos cien metros hasta sale por la izquierda una senda claramente visible. Rápidamente aquello se convierte en un trepada casi en línea recta, pues la senda se desdobla en tantas trochas que al final hay que 'tirar para arriba'. Por el camino encontramos un par de líneas de trincheras, con alguna casam

Por el río Serpis

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  El río Serpis, que desemboca justo al sur del puerto de Gandía convertido en una mansa y no muy abundante corriente de agua, tiene un tramo de cauce en que se abre paso a viva fuerza entre el macizo de la Safor y el de la Cuta, creando un paisaje que merece la pena ser recorrido. Además, por ese valle circuló hasta los años 60 del siglo pasado un tren, conocido como el Trenet dels Anglesos, que unía Alcoi y su zona industrial con el puerto de Gandía, y es por esa vía abandonada, convertida en 'vía verde', por donde se puede realizar el recorrido con mucha comodidad. Para andar, o para bicicleta, resulta un recorrido muy agradable y que no permite disfrutar de unas vistas espectaculares.  El puente desaparecido Aunque hay dos formas de acceder al valle, la que voy a contar aquí es, a mi modo de ver, la mejor. Desde Villalonga hay que remontar el trazado de la antigua vía de tren, buscando la margen izquierda del río Serpis. Ese trazado nos lleva a un puente sobre el río que

Por el Barranco Magro

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 Donde Castellón empieza a convertirse en Teruel, está la población del Villahermosa del Río, última de la provincia antes de cruzar hacia Puertomingalvo. Poco antes de la población, la carretera atraviesa el Barrancia Magro, por cuyo fondo discurre un agradabley entretenido sendero, que nos puede llevar hasta el pueblo, pero que nosotros hicimos en plan ida-y-vuelta, recorriendo sólo el tramo del barranco. Para acceder a él hemos de tomar una de las curva de la antigua carretera, que seguís el perfil de la montaña en lugar de trazar a base de viaductos una camino mucho más recto (es un decir) y cómodo. Desde el mi9smo puente se ve una hermosa poza y una llamativa marmita de gigante labrada por el arrollo junto a un desnivel de unos ocho metros. Al lado del antiguo puente, protegido por una barandillas de madera, arranca el camino que incialmente va por la margen dercha del barranco. Lo hemos visitado en octubre y tenia un caudal pequeño pero constante que permitia que las pozas y los

Abrigos de Agua Amarga

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Agua Amarga, en Almería, es una localidad costera y un importante destino turístico, no para turismo masivo, pero si para gente amante de la naturaleza y una cierta tranquilidad. Lo más llamativo de Agua Amarga es la playa, una bahía constituye todo el frente marítimo de la población, formada por la desembocadura de una de esas ramblas que no suelen llevar  agua, y que cuando la llevan uno preferiría que estuvieran secas. Como cada uno tiene sus manías (o gustos), voy a comentar aquí unos abrigos que visitamos durante unos días de descanso en la localidad.  El primero, o mejor dicho los primeros, se encuentra sobre la misma playa, en el extremo oeste de la misma y a media altura del pequeño cantil que la cierra por ese lado. Se trata de un grupo de cavidades artificiales (quizás unas 8), parcialmente destruidas por el retroceso del cantil, que ha hecho desaparecer las fachadas (si es que las hubo) y dejando a la vista el interior de las cuevas, con sus dependencias y sus acondicion

La Pradera de los Siete Picos (Guadarrama)

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Parece que todos los montes son iguales, pero no. Sólo el que los mira desde lejos puede pen sar eso, porque cuando nos acercamos, los pisamos, tocamos y sentimos nos damos cuenta de que cada uno tiene su personalidad, su carácter. Y esto lo saco a cuento porque acostumbrado a los montes mediterráneos, encontrarse en plena sierra de Guadarrama, por lo alto del puerto de Navacerrada, es una experiencia completamente diferente en lo visual, en los aromas (incluido el tema de las vacas), y en la textura de misma tierra que vamos pisando (y aquí también podemos incluir a las vacas, claro). Bromas aparte, es una montaña y es un bosque muy diferente a los que uno está acostumbrado.  Lo primero que llama la atención es la roca granítica, con sus formas redondeadas por la erosión y su extraordinaria adherencia. El tipo de vegetación también difiera, lógicamente adaptada a estos suelos muy distintos los suelos calizos de las sierras valencianas. La ruta que presento ahora es algo más que

El castillo de Peyrepetuse

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 El sur de Francia, y en concreto el llamado País Cátaro, teine una serie de fortalezas y castillos que merecen la visita, a pesar del esfuerzo que ello conlleva en algunos casos. Uno de ellos es el castillo de Peyrepertuse, fortaleza roquera que pasó a lo largo de la historia mil vicisitudes (sobre todo en la edad media) y que hoy reposa en lo alto de unas peñas convertido en un escenario entre mágico y épico. La subida está bien señalizada y es de pago :-(  , que le vamos a hacer: estamos en el mundo que estamos. Una senda sale del centro de interpretación y rodea el risco por el lado SE, para situarse en lado norte e ir ganando altura hasta alcanzar la puerta del castillo. Tras penetrar en el recito nos damos cuenta de que realmente se trata de castillos unidos por una zona fortificada intermedia, formando un conjunto muy vistoso. El grado de conservación es bastante bueno, y las tareas que se hayan hecho son más de consolidación que de reconstrucción. Nada que ver con el aspecto de