Calblanque: La sorpresa escondida

Si nombras Calblanque a alguien que no sea de Murcia, Cartagena (o que esté bien informado) seguramente no va a saber por donde anda eso. Pues está en Murcia, muy cerca del archiconocido (éste si) Mar Menor.


Se trata de un paraje natural protegido, situado al sur oeste del cabo de Palos, cuyo faro domina parte del horizonte de este tramo de la costa murciana.

Escarbando por la red encontré un par de rutas fáciles para pasar una mañana caminando por estas tierras, y al final me decidí por la ruta que va de Cala Reona a las salinas de Calblanque (o del Rastail).

Desde Cala Reona, por el lado sur oeste, sale una senda que gana rápidamente altura, colocándose en la cota 60, más o menos, y manteniéndola durante toda la primera parte de la ruta, con algunas oscilaciones. En principio la ruta se limita a seguir el acantilado, dándonos una visión del lado sur del Cabo de Palos.


Se pasa sobre un par de minúsculas calas, simples desembocaduras de barrancos, hasta alcanzar la altura de Punta Espada. Aquí, tras una arista, se abre un amplio valle que termina en la hermosa cala de Dentones. La senda baja hasta apenas unos metros por encima de la cala, para después remontar una loma que cierra el lado sur de este vallecito.


Al alcanzar la cima de esa loma siguiendo el sendero, pocos metros en realidad, hay un mirador que no está allí por casualidad: nos permite ver la zona de las calas y salinas de Calblanque. De repente, se pasa de las colinas mineras a una zona llana de cultivos, salinas y playas. Las dunas fósiles, alguna palmera, ... de pronto uno se pregunta ¿quedan zonas de la costa así? ¿cómo se ha salvado esto de la especulación?

El caso es que ahí está, y que es un privilegio poder contemplarlo. Además en esta época (febrero, tras un invierno lluvioso) todo el paisaje está cubierto por un manto verde que le da un carácter que seguramente no es el más habitual.

El sendero baja la loma y desde aquí hasta las salinas, la se limita a llanear por el valle, entre las calas arenosas y los campos abandonados.


El que pueda, que lo disfrute ahora que eso aún está ahí, tan natural como este mundo permite en una zona casi totalmente urbanizada.

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