El túnel del volcán de la Corona

 La isla de Lanzarote es uno de los lugares más espectaculares de la tierra, sin ninguna duda. Sus paisajes, su historia y su gente está a la altura de esa calificación.

Y también lo está el mundo subterráneo que se esconde bajo esa superficie quemada, dura y exigente que forma el bien llamado 'malpaís'. Reliquias de antiguas erupciones volcánicas, los túneles de lava nos ponen en contacto con una faceta de la naturaleza accesible en un puñado de lugares en el mundo. En ellos se siente, a poca imaginación que uno tenga, la fuerza de esos procesos geológicos que uno suele ver nada más que en la televisión.

Formados por el vaciamiento de las corrientes de lava cuya superficie exterior se enfría y solidifica, pero cuyo interior sigue fluyendo, no hablan de pasados episodios volcánicos, situados cientos o a veces miles de años en el pasado.

En las Islas Canarias, todas de origen volcánico, se encuentran numerosos túneles de lava: las cuevas del Viento o de San Marcos en Tenerife son un buen ejemplo de ello. Lanzarote, que alguien calificó como las más volcánica de esas islas volcánicas, no iba a ser menos, y efectivamente hay varios y muy interesantes túneles de lava. Algunos se han convertido en atracciones turísticas, como los famosos Jameos del Agua. Otros permanecen discretamente ocultos en medio del malpaís, a disposición de quien se atreva a explorarlos y estudiarlos.  

Quizás el túnel de lava más relevante en Lanzarote es el tubo volcánico de La Corona, que es un complejo de túneles de lava de aproximadamente 7.6 km de largo. Este tubo, formado hace unos 25,000 años por el volcán de La Corona, incluye las famosas Cuevas turísticas de los Verdes y los Jameos del Agua en su tramo terrestre, y el Túnel de la Atlántida, que es la parte sumergida bajo el mar y que es reconocido como el tubo volcánico sumergido más grande del mundo. 

Esos 7,6 km originales de tubo se han convertido en varias cavidades con entradas independientes, a través de los "jameos" (hundimientos del techo) que jalonan su recorrido, algunas conectadas y otras separadas por hundimientos y colapsos de la bóveda. 

Vamos a hablar aquí de la travesía entre dos de esos jameos, recorriendo aproximadamente 1.2 km de túnel y disfrutando de unos paisajes subterráneos únicos. 

Descendemos por el gran Jameo de la Gente siguiendo una pequeña cornisa en su lado SW, sin mayor peligro pero con cuidado. En esta roca tan áspera cualquier rozadura se puede volver un problema. La cavidad se abre en dos direcciones opuestas, una subiendo hacia el volcán de la Corona, la otra descendiendo hacia la zona de la cueva de los Verdes y los Jameos del Agua. Tomamos  la ruta descendente (en otra ocasión ya hicimos la ruta ascendente). 


Desde arriba se aprecia la  dimensión del jameo y de la galería, al ver las pequeñas figuras que se dirigen hacia la cavidad. Una vez dentro, el avance ha de ser cuidadoso, pero no presenta grandes dificultades. Se suceden tramos donde el lecho de lava se puede apreciar y recorrer con facilidad con la subidas y bajadas que los frecuentes derrumbes y caos de bloques han generado. La dimensiones de la galería son considerables, techo de más de quince metros, anchuras de casi veinte, y formaciones de fusión y refusión en la lavas de las paredes u en las formas del suelo. 

Sólo en un punto un derrumbe está a punto de cerrar el paso, pero entre bloque se localiza el paso. En otras zonas antiguas aceras creadas por los sucesivos flujos de lava permiten un engañosamente cómodo avance, hasta que terminan abruptamente forzando a volver atrás. 



Sobre el plano de la cavidad es difícil orientarse, pero una zona en la que hay afloramientos de yeso confirma la buena dirección y el avance logrado. Por otra parte la galería es única, sólo en alguna zona esta 'doblada' por una galería superior de difícil acceso, así que no hay pérdida: basta seguir una 'senda de los elefantes' visible en algunas zonas.

Al fin la claridad después de una giro de la galería nos anuncia que la salida está cerca. Llegamos al jameo de la Puerta Falsa. Aunque la galería continúa hacia abajo, en su camino hacia el mar, nosotros salimos por aquí. Una cómoda rampa permite regresar a superficie, dónde queda un paseo para volver al punto en que se dejaron los coches.

En resumen, una pequeña aventura de la que sólo pueden darse en contados lugares, y una experiencia especialmente grata al haberla disfrutado en familia, que es lo mejor que hay.

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